Algunas veces el silencio hacia el interior es necesario.
Hay procesos que necesitan que alguien externo nos muestre su punto de vista, nos ayude a descubrir nuevas aristas, nos acompañe durante un tramo. Otras ocasiones, sólo podemos ir de la mano con nosotros mismos, adentrarnos en el silencio interior y abrirnos a la comprensión. Y no siempre es fácil.
Me pasó que una palabra logró definirlo todo. Y al tiempo que dio sentido, dolió. Saber y aceptar no es lo mismo. Entender y sentir tampoco. Esa discrepancia es lo que pone el dedo en la llaga. Y aunque tal afirmación llega de la mano de la comprension, del cariño, de la compañía... obliga a darle a las cosas una perspectiva distinta. A re/definir ciertos hechos, a re/conceptualizar las ideas, a re/descubrir conexiones. Sencillamente a ver las cosas, los recuerdos y la vida desde un ángulo nuevo, porque se ensamblan las piezas del rompecabezas, porque se delinea la imagen. Porque descubro que, por más que lo hubiese intentado, jamás habría logrado escapar. No estaba en mis manos.
Y junto a todo esto, el agradecimiento por lo que no fue. Descubrir que, después de todo, las murallas levantadas cumplieron con su cometido. La isla desierta en medio del océano aún me pertenece. La sensación de protección se renueva.
Por otro lado, una historia que me ha sido compartida a fragmentos. Pedacitos de alma que han puesto en mis manos. Descubrir el sufrimiento de aquellos a los que se quiere. Abrir los ojos a una realidad dura e hiriente. Comprender que no puedo ir más allá de cierto límite, aunque quisiera.
Mi eterna búsqueda del silencio, esta vez como herramienta, un intentar acomodar cada pieza en el lugar preciso, de dar un sentido a todo, de lograr comprender cada palabra, cada experiencia y cada sentimiento. Lograr dar tres pasos atrás para ver la situación en su conjunto, con otra perspectiva.
Brindar desde el silencio la compañía y el entendimiento que quizá las palabras no alcancen a abarcar completamente. Romper el tiempo y la distancia para sujetar una mano, secar una lágrima. Extenderme más allá de mí misma y otorgar ese abrazo largo, fuerte y cálido que hace falta.
Por eso, hoy busco en mi interior ese contacto conmigo misma, lejos del ruido y de las palabras.
Sólo en el silencio encontraré el equilibrio, la coherencia conmigo misma y con los demás. Sólo en silencio lograré entregar lo que haga falta. Y también, ¿por qué no?, dar un nuevo sentido a las experiencias, aprender, crecer, madurar, convertirme en un mejor ser humano.
El silencio como posibilidad, como herramienta, como fin en sí mismo. Me entrego por un tiempo a él.
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