La verdad es que la Navidad no me gusta. Quizá cuando era niña la esperaba con alegría, ahora no, hace años que ya no.
Pero bueno, hoy la Navidad me ha llegado por adelantado. Una visita del norte que espero ver, el cariño de los amigos desde distintos lugares del mundo, un correo desde el Uruguay con buenas noticias, el celular que no ha parado de sonar con felicitaciones, pero sobre todo, mi mejor regalo de Navidad: un inesperado mensaje en el messenger de una de las personas que más quiero.
A veces bastan treinta minutos para que el mundo se acomode y las perspectivas cambien.
Sí, insisto, no me gusta la Navidad, pero hoy la espero con una sonrisa porque me sé querida.
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