Me gusta armar rompecabezas, sobre todo cuando me parece que nada en mi universo tiene sentido. Me da la sensación de que soy capaz de poner orden en el caos, aunque no siempre sea cierto.
Compré un rompecabezas para esta ocasión, pequeño, mucho más pequeño de lo usual. No puedo dedicarle demasiado tiempo esta vez. La Gioconda. Que si bien no es mi pintura favorita, los grandes enigmas que siempre la han rodeado hacen eco a mi estado de ánimo actual.
Resulta que ayer hablé con MariCarmen y sus palabras me hicieron cuestionar si realmente estoy haciendo lo que debería estar haciendo. Si mis decisiones son las correctas. Si estoy dispuesta a aceptar a largo plazo las consecuencias de mis actos.
Y vuelvo a sentirme perdida, como si la estrella del norte se hubiera escondido de mí. No estoy muy segura de quién soy, a ratos me parece que he olvidado quién solía ser. Y no encuentro el camino de regreso a casa.
Nunca me había pesado la distancia. Siempre hay una primera vez. Ayer fue esa vez. Y me asustó no saber cómo reaccionar a eso. La soledad nunca me ha había dado miedo, somos buenas amiga. Pero conocí otra de sus caras. La soledad de los que quiero. De los que están lejos físicamente, de aquellos que a veces necesitan un abrazo, un hombro donde llorar... y yo no estoy ahí, cerca, para acompañarlos.
Me quedé despierta hasta las dos de la mañana escribiendo una carta que, a fin de cuentas, no sé si voy a enviar. Tal vez, esa carta es más para mí que para su destinatario. Pero, ¿cómo encontrar el reflejo si no me pongo frente al espejo?
No sé, no sé... Time to think, supongo.
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