Antier sesionó el Club Dominó. Asistencia perfecta. Nadia llegó de Monterrey y por arte de magia todas las agendas lograron sincronizarse para reunirnos a jugar, cuando a veces pasan meses en que los locales no logramos coincidir.
La verdad es que es una delicia reunirnos, crear alianzas, fastidiarle la vida al prójimo, cuidar el juego, estresarse por la mula de ceros (aunque no haya apuestas de por medio) pero sobre todo, convivir con los amigos.
Nadia llegó "a punto de explotar". Resulta que mi sobrina, la hermosa Andreita, quiere adelantar en casi un mes su arribo a este mundo. El Club Dominó está feliz por el advenimiento, aunque no acabamos de decidir sobre si ese había sido el último juego antes del nacimiento de Andrea o alcanzaríamos otra reunión.
Hugo llegó tarde, a la cena para ser precisos, cinco rondas antes de terminar el juego, así que Nadia, Gaby y yo tuvimos un buen rato para platicar entre mujeres. La verdad es que es delicioso. Yo disfruto mucho la compañía de mis amigas. Saber las frases que usarán, la manera en que reaccionarán a cierta información, la comunicación sin palabras... nada como esa continuidad en la amistad.
Gaby nos llegó con la novedad de que tiene novio, nos dio mucho gusto y, por supuesto, la oportunidad de fastidiarla toda la noche, porque se la pasó mandándole mensajitos al hombre que anda trabajando fuera. Nos dijo, medio en reclamo: "¿Es el día nacional de molestar a Gaby?" y pues, nos lo tomamos muy a pecho. Y cuando Nadia y yo nos asociamos para darle lata a alguien... bueno, sólo puedo decir que es muy divertido.
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La verdad es que a veces pasa mucho tiempo entre una reunión y otra para jugar dominó cubano, y que muchísimas veces hemos dicho que deberíamos institucionalizarlo y vernos al menos una vez al mes. Ingenuos!! Lo que en realidad hace que el juego valga la pena no son las fichas sobre la mesa, es la gente que está en las sillas. Los verdaderos amigos, la gente que se quiere.
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